“Si al que no tiene tiempo para
mirar las nubes
que vuelan sobre su cabeza,
las hojas que el viento agita,
el agua que corre en el arroyo
y las plantas que crecen en sus
orillas,
le dijera yo, que la vida es triste
y me tendría por un loco”
Simón Bolívar
A los más de siete mil millones de seres humanos, contabilizados por
la Organización de las Naciones Unidas al inicio de la segunda década del siglo
XXI, a los que nacerán en el transcurso de los próximos años.
A todos los seres vivos distintos a la raza humana, a quien a partir
de ahora “apellidaremos”: los humánidos, que siendo del reino animal o vegetal,
nos acompañan de manera esencial –por eso le damos nuestro apellido– en la
fantástica aventura sobre el planeta Tierra.
Somos categóricos al definir al ambientalismo de hoy como el sagrado
respeto al don de la vida, el legado para quienes vendrán. Es la retribución
con el más profundo amor a nuestras dos madres, a la biológica y a la natural
(La Madre Tierra o Pachamama). El reconocimiento a quienes han sido nuestros
padres: árboles, montañas, ríos, lagos, cielo.
Es proteger a los hermanos los no humanos: invertebrados,
vertebrados, anfibios, el reino vegetal. Es pedir perdón por quienes han sido
sacrificados o robados para prolongarnos la vida. Es la lucha por la vida que
le da sentido a la vida. Es lo opuesto a la crueldad, a la codicia. Es el camino
de la paz espiritual, sin culpa. Es la última utopía.
Un ambientalista tiene como misión de vida re-imaginarse el mundo,
entender y hacer entender que todas las especies que lo habitan tienen derecho
a la vida, y aun en el último segundo o latido, tenazmente debemos defender.
Aceptar la existencia del “otro”, es el primer compromiso. La cual debemos
comprender y respetar. El “otro” puede ser una persona que piense distinto a
nosotros, con diferentes religiones, posición social, razas. Pero también allí van
incluidas, por supuesto, las distintas especies animales, vegetales,
ecosistemas, hábitat, las aguas, el aire, la tierra sobre la que andamos todos
los días.
El pensamiento ambientalista se creó en América, América lanzó al
mundo el S.O.S. del ambientalismo. América como continente, trae en sus genes
una cosmovisión ambientalista, que viene de sus ancestros indígenas, y en el
siglo XX, las primeras acciones que interpretan con valentía la defensa de la
naturaleza, surgen de la zaga del Greenpeace, en Vancouver, al oeste de Canadá, pero que continúa la lucha por la protección del planeta en el siglo XXI.
Hippies ecologistas, llamaron la atención del mundo al protestar con
independencia, sin compromisos partidistas ni vinculaciones con las ideologías
existentes, las pruebas nucleares en el pacífico. Luego la intolerancia y el hostigamiento,
de quienes gobernaban ese país para la época, obligó a la mayoría de sus
fundadores a refugiarse en Europa. Era demasiado sospechoso, en plena guerra
fría, protestar para defender el planeta.
La propuesta ambientalista, no es la tercera vía, ni es el nuevo
traje de una izquierda o de una derecha que ven disminuidas sus ofertas
electorales. Tampoco, es una secta o alguna nueva religión. Hoy es la única
vía, para valorar la vida. Vivimos nuevas realidades que exigen a gritos nuevas
estrategias. Es replantearse un cambio en nuestro contrato social sectario por
un contrato natural incluyente. Requerimos códigos de ética globales. Cambiar
ese conservador “sentido común”, por un sentido ambientalista.
El ser humano, tiene la capacidad de reinventarse a sí mismo y el
planeta requiere esa metamorfosis, la inteligencia para sumar esfuerzos y
saberes específicos, generales, propios, aprendidos o empíricos, pero todos con
una meta común, preservar la Tierra. Ser ambientalista es una postura
comprometida, firme y activista. Es no actuar como el avestruz, que ante la
incomprensión o el peligro mete su cabeza en un hueco, para eludir la realidad.
Proteger las especie (humanus y humánidos) en la naturaleza, es el desafío.
La vieja contienda entre la civilización y la Tierra, ya debe
desaparecer radicalmente, sustituirla por la convivencia amorosa, equivalente,
mutuamente aportativa entre la Tierra y la civilización (la paz fértil) para
salvaguardar el milagro mayor del Planeta Azul: la existencia.
En este esfuerzo titánico de los mejores hombres y mujeres para cambiar el rumbo del destino del mundo, para apartarlo del futuro desastre al cual lo ha llevado la insensatez humana, confluyen – a nivel científico, artístico, poético, filosófico, humanístico – los conservacionistas quienes se ocupan de proteger la naturaleza, entendida como la diversidad de flora y fauna (la defensa de una especie en vías de extinción o un árbol centenario, por ejemplo), la belleza de los parajes naturales, como un privilegio del que disfruta la especie humana, como un lugar de esparcimiento, recreo y contemplación que debe ser respetado tal y como ha sido heredado a lo largo de la historia; los ecologistas que profesa la ecología como ciencia, los científicos de las ciencias naturales que estudian los hábitats, ecosistemas, biomas, entre otros.
Este manifiesto aportado por Fundación Azul Ambientalistas concluye con la proposición de los cinco haceres primarios generales para materializar la acción del ambientalista:
1. Liberar el espacio donde habitamos: la casa o apartamento en lo
posible de las contaminaciones ambientales (preparar clasificando la basura
para el reciclaje, ahorrar energía, administrar bien el agua, mantener el
ornato, entre otros).
2. Vigilar el sector urbano donde vivimos: revitalizar los espacios
verdes (jardines, islas de avenidas, plazas, parques, entre otros). Denunciar
los botes de aguas blancas y servidas. Atacar la contaminación sónica, entre otros.
3. Presionar: todo ambientalista tiene suficiente perfil ciudadano
para llevar a las instancias de gobierno (alcaldías, concejos municipales,
consejos legislativos estadales, gobernaciones, ministerios, entre otros) sus
proposiciones, denuncias, sugerencias entre otros.
4. Divulgar: todo ambientalista debe usar los medios divulgativos a
su alcance (prensa escrita, radio, televisión, redes sociales, aulas escolares,
espacios universitarios, entre otros) para llevar a cabo todo lo que se ha
señalado en los acápites anteriores y así como nuevos aportes e ideas, en fin.
5. La herramienta política: el ambientalista asumirá si fuere
necesario, funciones políticas firmes para defender el ambiente. Sin miedo.
Los ambientalistas del mundo, nos comprometemos a través de este
manifiesto a cumplir las siete acciones sacras para salvar la Tierra: Siembra
árboles (en especial frutales y frutos secos), protege los animales y la flora
silvestres, gozar el placer del aire, respetar el agua, administrar el fuego,
amar la tierra y a la Madre Tierra, valorar la vida.
Defendamos con toda la fuerza de nuestros músculos, de nuestro pensar, de nuestro sentir a la patria donde nacimos y a la Madre Patria donde retornaremos para el viaje por el abismo de la eternidad, el Planeta Azul, la TIERRA.
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